jueves, 14 de febrero de 2008

EN EL DIA DE LA AMISTAD

¿ Que hay más grato que oír la voz de un amigo, mirar su cara sonriente o sentir la calidez de su abrazo? Una de las bendiciones más bellas de la vida es tener un amigo con el que podamos discutir libremente nuestros temores y compartir entusiastamente nuestros sueños. Alguien que nos acepte tal como somos, a pesar de nuestros defectos.
Un amigo verdadero nos anima, nos conforta, nos acoge como un gran sillón y nos ofrece un refugio a salvo del mundo. Un amigo verdadero permanece a nuestro lado en los buenos y en los malos tiempos. Un amigo verdadero nos escucha cuando necesitamos exponer un problema. Un amigo verdadero contesta el teléfono a medianoche y no se molesta por ello.
Un amigo verdadero nos defiende del mundo. Hablamos de "amigos" y de "conocidos" porque sabemos la diferencia. A los conocidos los encontramos, los disfrutamos y podemos dejarlos atrás fácilmente: pero la amistad echa hondas raíces. Aun cuando estemos separados por el tiempo y la distancia, la amistad continua creciendo y madurando. Todos hemos vivido la experiencia de encontrar a un viejo amigo después de muchos años y descubrir que somos capaces de renovar nuestra relación como si la separación solo hubiera durado unos minutos.

Un proverbio nigeriano dice: "Sostén con ambas manos a un amigo verdadero". Los amigos verdaderos y fieles son, no cabe duda, un tesoro: tocan nuestros corazones y fortalecen nuestro espíritu con sus palabras, su toque, y algunas veces solo con el mero hecho de estar ahí, sin decir palabra.
"Un padre es un tesoro, un hermano es un consuelo, un amigo es ambos". Benjamín Franklin.
A la pregunta: "¿Que es un amigo?"
su respuesta fue: "Un alma que habita en dos cuerpos"
Aristóteles.